domingo, 26 de abril de 2009

Un 26 de Abril


Admiro a aquellos capaces de jugar con las palabras pudiendo plasmar escenas hasta el punto de hacerte sumergir en ellas al leerlas y provocar una respuesta fisiológica. Cortázar es un monstruo. Este tipo entra y sale intermitentemente de mi vida cuando alguno de sus libros cae en mis manos o cuando sin motivo aparente viene a mi memoria. Entonces, siento la necesidad de releer algún capítulo de Rayuela (recordando inevitablemente a la persona que me lo regaló, con cierto sabor amargo...) Pues bien, mi libro mágico se quedó en Madrid... Así que me ha tocado buscar en internet, y aunque no es tan confortable leer en el ordenador como en un libro, el shock cerebral que producen sus palabras ha sido el de siempre. Y siempre la misma pregunta al final... Cómo, cómo, cómo puede hacer que las palabras fluyan de esa manera y te atrapen, te pongan los pelos de punta, aceleren la respiración, e incluso se te salte alguna lágrima. Un sólo párrafo impreso en un papel (pantalla en este caso). Sinceramente, me sobrecoge... Hoy más que nunca porque tengo el día sensible (cumple de mamá lejos de casa), una resaca considerable después de la fiesta más grande que he vivido aquí, y pasarme el día en la playa rodeada de parejitas... Yo con mis pajaritos.

Suena Bach en mi ordenador. Suena el móvil español. Me queda un hilo de voz. Mejor me voy a dormir, y sigo posponiendo asuntos. Demasiado tiempo en modo "procrastinator".
Me despido, no sin antes incluir el famoso capítulo 7 de Rayuela. "El 7". Pero cómo, cómo, cómo...


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua."

1 comentario:

Samsa dijo...

El otro día dude entre comenzar Rayuela o Cien años de soledad, y escogí el segundo, aunque el capítulo 7 que has puesto me ha llamado mucho la atención, me encanta la imagen de los peces y las flores...mucho ánimo!!